Una de esas tardes, pensó que por qué el hombre de la ventana podía disfrutar de ver lo que pasaba fuera. «¿Por qué no puedo ser yo?», se preguntó. Y una noche, mientras él permanecía despierto mirando al techo, su compañero se despertó con tos y ahogos y trató desesperadamente de llamar a la enfermera. Él no hizo nada. A la mañana siguiente, la enfermera encontró al hombre muerto y se llevaron el cadáver.
Al cabo de un tiempo, preguntó si podían cambiarlo de cama. Cuando lo trasladaron, se asomó por la ventana y vio que enfrente sólo había una pared. El hombre, destrozado, entendió que muchas veces hacemos daño, sin motivo, a aquellos que más se esfuerzan por hacernos la vida más agradable.
Al cabo de un tiempo, preguntó si podían cambiarlo de cama. Cuando lo trasladaron, se asomó por la ventana y vio que enfrente sólo había una pared. El hombre, destrozado, entendió que muchas veces hacemos daño, sin motivo, a aquellos que más se esfuerzan por hacernos la vida más agradable.
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